jueves, 17 de septiembre de 2009

Alguien voló sobre el nido del cuco: Un indio llorando

Alguien voló sobre el nido del cuco
(One Flew Over the Cuckoo's Nest)
EE UU, 1975
★★★★✰

No se asusten, queridos y muy bienvenidos visitantes rojiblancos: la directiva atlética no ha cometido recientemente ninguna de sus habituales barrabasadas que nos mandan de vez en cuando al muro de las lamentaciones; además, recuerden que esto va de cine, así que aparcamos el balón hasta cuando toque Evasión o Victoria. Lo del indio va en sentido literal: es un indio de verdad, de los norteamericanos, de esos enormes con melena lacia de pelo negro. Y sale en una de las últimas escenas de la película, y tiene su importancia y su significado y todo eso. Pero no se preocupen, que hasta ahí puedo leer, no les voy a chafar el final. Asuman este arranque como un intento de licencia literaria: a poco que se hayan dedicado a juntar letras sabrán lo difícil que es dar con un título medianamente aceptable.

Y no se lo destripo porque aconsejo que se pasen por su videoclub o su biblioteca de guardia, o si son gente pudiente directamente acérquense a una buena tienda, y háganse con un ejemplar de este buenísimo filme. Que no sólo lo digo yo, ¿eh? Que entre el rosario de galardones que se ha llevado, de esos trofeos que entrega la gente que dice que sabe, hay estatuillas para montar un todo a cien: sin contar candidaturas, tenemos seis BAFTA de la Academia británica, otros seis Globos de Oro, premios de las asociaciones y sindicatos de Actores, Editores, Directores, Guionistas y Críticos, casi una decena de laureles menores, condecoraciones en países tan dispares como Alemania, Francia, Italia, Suecia, Japón o hasta España, e incluso ya puestos, un Grammy por la sutil banda sonora que se sacó de la batuta el maestro Jack Nitzsche. Bueno, y también cinco Oscars. Que ya sabemos cómo se las gastan los yanquis, pero en este caso, aun sin conocer a las rivales, parece que acertaron y todo.

Uno de esos Oscars, a lo mejor el más merecido, es para Jack Nicholson (R.P. McMurphy), posiblemente el actor protagonista que más divertido es capaz de ser, y a la vez el que más miedo es capaz de dar sólo con una mirada. Imponente también, e igualmente condecorada, la mala malísima del cuento, la terrible enfermera Ratched a quien da vida Louise Fletcher. No menos destacable, aunque no se llevara monigote dorado, es la actuación de ese pequeño gran hombre llamado Danny DeVito (Martini), quien en este papel secundario, puede que uno de los pocos de su carrera que en rigor no fueran cómicos, logra mantener el nivel del drama regalando de vez en cuando momentos impagables de risa. De hecho, en general todo el reparto está brillante, pero si nos ponemos a enumerarlos no nos da tiempo a hablar del director, el checo Miloš Forman, quien consigue sacar el máximo de los intérpretes, muchos de ellos desconocidos hasta este rodaje. Bien es cierto que el guión ayuda: se trata de una historia que engancha, extraña hasta límites desconcertantes, de lo más increíble si se analiza en frío pero que, tal como está contada, parece lo más natural del mundo.

¿Por qué, entonces, pese a tanta alabanza no le cae la estrella que le falta? Un crítico documentado alegaría motivos serios y meditados, como por ejemplo que la fotografía es correcta, sin más, o que aunque luego mejora y engancha sin contemplaciones, el ritmo en los primeros minutos se hace algo lento. Yo me he buscado una razón más prosaica: en 133 minutos de cinta, que cierto es que se hace más corta pero no dejan de ser dos horas holgadas, no hay una sola referencia que aclare a cuento de qué ese título, que si se cambiara por cualquier otro nadie notaría la diferencia. Vale, luego se pone uno a investigar y resulta que es una frase sacada de la novela original, en una escena que el director decidió no rodar. Pero estarán conmigo en que la misión de un espectador medio no es ponerse a investigar, ¿no?

La próxima (esperemos que tarde menos de un año): Resacón en Las Vegas